Una mujer ciega que toma el autobús cada día se queda sin aliento cuando el conductor le dice ESTO…

Los soldados ponen sus vidas en peligro todos los días en los que están cumpliendo su misión, y todo es con el fin de proteger a sus seres queridos. Es algo noble que ellos hacen. Pero a veces sus actos más honorables ocurren cuando están fuera del campo de batalla.

Hace años escuché una historia de un oficial de la Fuerza Aérea de los EEUU cuya esposa había sufrido una tragedia terrible. La experiencia les afectó a los dos inmensamente y podría haber causado que su matrimonio se desmoronase. Sin embargo, debido a su fuerza y a su amor por los demás, ella aprendió a seguir viviendo su vida.

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Esta historia en particular me ha enseñado mucho sobre el poder del verdadero amor y que se tiene que elegir sabiamente cuando te vas a casar con alguien. Aunque puedas sentir una fuerte atracción física la primera vez que conoces a alguien, es la belleza de su interior la que ayuda a una pareja a sobrevivir en los tiempos difíciles.

También me ha enseñado que el amor puede hacerte una persona mejor y que puede lograr cualquier cosa…

Una mujer ciega que toma el autobús cada día se queda sin aliento cuando el conductor le dice ESTO...[sc:creditos-sin-url texto=»Wikimedia Commons» ]

«Los pasajeros del autobús miraban con simpatía como aquella mujer joven y atractiva con el bastón blanco se abría paso cuidadosamente por las escaleras. Ella pagó al conductor y, usando sus manos para sentir los asientos, caminó por el pasillo y encontró el asiento que el conductor le había dicho que estaba vacío. Luego se sentó, puso su maletín en su regazo, y apoyó su bastón contra su pierna.»

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«Había pasado un año desde que Susan, de 34 años, se había quedado ciega. Debido a un mal diagnóstico médico se había quedado sin vista, y fue repentinamente arrojada a un mundo de oscuridad, ira, frustración y autocompasión. Había sido una mujer muy independiente, y ahora Susan se sentía condenada por este terrible giro del destino al convertirse en una impotente carga, impotente para todo el mundo a su alrededor. ¿Cómo me pudo pasar esto a mí?’, pensaba. Su corazón estaba lleno de ira.

Pero no importaba lo mucho que llorase o que despotricase o que rezase, ella sabía la dolorosa verdad; su vista nunca volvería. Una depresión se cernía sobre el espíritu, antes optimista, de Susan. Sólo pasar un simple día era un ejercicio de frustración y agotamiento. Y todo lo que podía hacer era aferrarse a su marido Mark.

Mark era un oficial de la Fuerza Aérea que amaba a Susan con todo su corazón. Cuando perdió la vista, él la vio hundirse en la desesperación y decidió ayudar a su esposa para que ganase la fuerza y ​​la confianza que necesitaba para que fuera independiente de nuevo. Los antecedentes militares de Mark le habían entrenado bien para lidiar con situaciones delicadas, y sin embargo, él sabía que era la batalla más difícil a la que nunca se había enfrentado«.

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«Al final, Susan se sintió lista para regresar a su trabajo, pero ¿cómo iba a llegar? Ella solía tomar el autobús, pero ahora estaba demasiado asustada como para moverse por la ciudad por sí misma. Mark se ofreció a llevarla a trabajar cada día, a pesar de que trabajaban en extremos opuestos de la ciudad.

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Al principio, esto consoló a Susan y Mark cumplió con la necesidad de proteger a su esposa ciega que estaba muy insegura a la hora de realizar la tarea más pequeña. Pronto, sin embargo, Mark se dio cuenta de que este acuerdo no estaba funcionando – estaba agotado y era muy costoso. Susan va a tener que empezar a tomar el autobús de nuevo por sí misma. Pero sólo la idea de mencionárselo a ella le hacía temblar. Todavía la veía muy frágil y muy enfadada. ¿Cómo reaccionaría?

Así que como Mark predijo, Susan se horrorizó ante la idea de tomar el autobús de nuevo. ‘¡Estoy ciega!’, respondió con amargura. ‘¿Cómo voy a saber a dónde voy? Siento que me estás abandonando.

El corazón de Mark se rompió al oír estas palabras, pero sabía lo que había que hacer. Prometió a Susan que cada mañana y cada tarde se montaría en el autobús con ella, durante el tiempo que fuera necesario, hasta que ella fuera capaz de hacerlo sola. Y eso es exactamente lo que pasó.

Durante dos semanas, Mark, con su uniforme militar y todo, acompañaba a Susan y volvía al trabajo todos los días. Él le enseñó a confiar en sus otros sentidos, especialmente en su audición, para determinar dónde estaba y cómo adaptarse a su nuevo entorno. Él la ayudó a hacerse amiga de los conductores de autobús que podrían ayudarla si fuera necesario a encontrar su asiento. Él la hizo reír, incluso en aquellos días que no eran buenos cuando ella tropezaba al salir del autobús o se le caía el maletín.

Cada mañana hacían el viaje juntos, y Mark después tomaba un taxi de vuelta a su oficina. Aunque esta rutina era aún más costosa y agotadora que la anterior, pero Mark sabía que era sólo cuestión de tiempo hasta que Susan fuera capaz de viajar en el autobús por su cuenta. Él creía en ella, en la Susan que él conocía antes de que hubiera perdido la vista, la Susan que no tenía miedo de ningún reto y que nunca, nunca se rendía».

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«Finalmente Susan decidió que estaba lista para intentar el viaje por su cuenta. Un lunes por la mañana, antes de irse, se abrazó a Mark, su compañero temporal de los viajes de autobús, su marido y su mejor amigo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia y su amor. Le dijo adiós, y por primera vez, se fueron por caminos separados. Lunes, Martes, Miércoles, Jueves… Cada día lo hicieron así, y Susan nunca había sentido mejor. ¡Ella lo estaba consiguiendo! ¡Ella iba a su trabajo por sí misma!

El viernes por la mañana, Susan tomó el autobús a trabajar como de costumbre. Mientras ella estaba pagando su tarifa para ir en autobús, le dijo el conductor, ‘Te envidio’. Susan no estaba segura de si el conductor estaba hablando con ella o no. Después de todo, ¿quién en este planeta podría envidiar a una mujer ciega que había luchado sólo para encontrar el valor de vivir durante el último año?

Curiosa, le preguntó al conductor: «¿Por qué dice que me envidia? El conductor le respondió: «Debe ser muy buena para estar tan atendida y protegida como tú lo estás». Susan no tenía ni idea de lo que el conductor le estaba diciendo, y volvió a preguntar: «¿Qué quiere decir?»

El conductor respondió: ‘Todas las mañanas durante la semana pasada, un caballero de buen aspecto y con uniforme militar ha estado de pie al otro lado de la esquina viendo cuando se bajaba del autobús. Se aseguraba de que cruzase la calle con seguridad y la observaba hasta que entraba en su oficina. En ese momento él le soplaba un beso, le daba un pequeño saludo, y se alejaba. Usted es una señora con mucha suerte’.

Las lágrimas de felicidad corrían por las mejillas de Susan. Pues aunque ella no podía ver físicamente, ella siempre había sentido la presencia de Mark. Tuvo suerte, tanta suerte, pues él le había dado un regalo más poderoso que la vista, un regalo que ella no necesitaba ver para creer – el regalo de un amor que puede traer luz donde había habido oscuridad».

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