Cuando los europeos emigraron al Nuevo Mundo, se enfrentaban a un futuro incierto en una tierra salvaje. Para ayudar a los peregrinos que llegaban a Massachusetts, el puritano inglés John Endicott se propuso hacer que el terreno fuera tan acogedor como fuera posible.
Lo que él hizo continuaría como un legado durante centenares de años.
En 1630, John Endicott plantó un solo retoño de peral importado desde el otro lado del Atlántico. Fue un gesto simbólico, la intención era hacer que los europeos se sintieran a gusto en su nuevo mundo.
En Danvers, Massachusetts, el peral fue plantado originalmente en la granja de 120 hectáreas de Endicott, que el colono y el ex gobernador, cultivó extensivamente hasta su muerte en 1665.
Ese simple árbol comenzó a mostrar signos de decadencia en 1763, pero aún así continuó dando sus frutos. A principios de 1800, el árbol se había convertido en una especie de leyenda. Se dice que incluso el presidente John Adams era un fan de sus peras.
Los descendientes de John Endicott continuaron manteniendo el peral, y pronto fue una figura popular en la literatura americana. Hubi escritores que hicieron referencia al peral de Endicott como Henry Wadsworth Longfellow y la poeta Lucy Larcom.
El peral sobrevivió a numerosas tormentas de nieve y fuertes huracanes, pero en 1964, fue golpeado por una tragedia humana. Unos vándalos atacaron el árbol durante la noche, dejando nada más que un muñón irregular.
Los vecinos de la zona se unieron en torno al histórico peral de Endicott, erigiendo una fuerte valla a su alrededor para asegurar su protección. Un año más tarde, el obstinado árbol comenzó a mostrar signos de rejuvenecimiento.
Con el tiempo, el árbol creció de nuevo hasta su esplendor original, y en 2011, se convirtió en un punto de referencia oficial estadounidense.
Hoy en día, el peral de Endicott está considerado como el árbol frutal más viejo de Norteamérica.
No sólo es que sigue vivo, ¡todavía da frutos cada año!
Cuando Endicott plantó el árbol en 1630, dijo: «Espero que el árbol ame el suelo del viejo mundo y que, sin duda, cuando nos hayamos ido el árbol todavía esté vivo.»
386 años más tarde, podemos asegurar al decir que este resistente peral hizo algo más que superar sus expectativas. ¡Qué historia tan increíble!